Año 1987, Albertito se sienta con una telera rellena de nocilla a ver en la tele su programa favorito. Días después su hermano le grabó en una cinta un lp de Leño. Ya nunca nada volvió a ser igual.
Año 2006, Alberto se encuentra a su ídolo, Rosendo, en su calle. Esta fue la cara que se le quedó y todavía no se le ha cambiado.
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